Hace unas semanas pude disfrutar en grupo de un crucero a través de la región de Franche-Comté así como de Borgoña, que hasta ahora desconocía. Concretamente desde el puerto de Dole. Venía directamente de París, ¡y debo decir que el cambio fue radical! Cualquiera pensaría que se ha cambiado de país en 2 horas de tren: un ritmo de vida más calmado, paisajes naturales y una arquitectura muy particular y encantadora. Y si a todo esto le incluimos la posibilidad de hacer un crucero entre amigos como en mi caso, ¡es el plan ideal!
La primera mañana tuvimos una densa niebla, pero no nos impidió pilotar y empezar nuestra ruta, además le daba un toque de cuento de hadas bastante interesante. El resto del tiempo tuvimos la suerte de tener el sol con nosotros, así que pudimos disfrutar de la proa y popa del barco para comer todos juntos o simplemente tumbarnos y apreciar los sonidos y la brisa que el paseo nos proporcionaba. Nuestro modelo de barco era el Nicols 1310 para 12 personas.
La ventaja de este tipo de cruceros es que uno puede elegir cuando, donde y como navegar, ya que cualquiera puede tomar los mandos y es muy sencillo. Además, el personal de la base de Nicols era muy profesional y amical, se tomaban su tiempo para explicar todo lo que se necesitara y estaban ahí para lo que fuera.
En definitiva, me llevo un recuerdo único de esta experiencia, y espero poder descubrir otras regiones del turismo fluvial.